Página:El hombre mediocre. Sexta edición (1926).pdf/227

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
223
El hombre mediocre

"


223 importante de sus condiciones; pero la definición es incompleta. La sensibilidad es el complejo instrumento puesto al servicio de las aptitudes imaginativas, aunque éstas, en último análisis, no han podido formarse sino sobre datos de la misma sensibilidad.

En los genios estéticos es evidente la superintendencia de la imaginación sobre los sentidos: no lo es menos en los genios especulativos, como Ameghino, y en los genios pragmáticos, como Sarmiento. Gracias a ella se conciben los problemas, se adivinan las soluciones, se inventan las hipótesis, se plantean las experiencias, se multiplican las combinaciones. Hay imaginación en la paleontología de Ameghino, como la hay en la física de Ampére y en la cosmología de Laplace; y la hay en la visión civilizadora de Sarmiento, como en la política de César o en la de Richelieu. Todo lo que lleva la marca del genio es obra de la imaginación, ya sea un capítulo del Quijote o un pararrayos de Franklin; no digamos de los sistemas filosóficos, tan absolutamente imaginativos como las creaciones artísticas.

Más aún: muchos son poemas, y su valor suele medirse por la imaginación de sus creadores.

En toda la gestación de su doctrina, la genialidad de Ameghino se traduce por una absoluta unidad y continuidad del esfuerzo, que es la antítesis de la locura. También a él le supusieron loco, sobre todo en su juventud. Con bonhomía risueña recordaba las burlas de vecinos y niños de su escuela, cuando le veían dirigirse, azada al hombro, hacia las márgenes del Luján; para esas mentes sencillas tenía que estar loco ese maestro que pasaba días enteros cavando la tierra y desenterrando huesos de animales extraños, como si algún delirio le transformara en sepulturero de edades extinguidas. Cambiando de ambientes, sin asimilarse a ninguno, consiguió pasar más desapercibido y atenuar su reputación de inadaptado.

Basta leer su inmensa obra—centenares de monografías y de volúmenes—para comprender que sólo presenta los desequilibrios inherentes a su exuberancia. Sus descubrimientos grandes y útiles nunca fueron adivinados al aca-