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José Ingenieros

Cuanto mejor cerebrado está el hombre, tanto más alta y magnífica es su función de pensar. Ignórase todavía el mecanismo íntimo de los procesos intelectuales superiores.

Los acompañan, sin duda, modificaciones de las células nerviosas: cambios de posición y permutas químicas muy complicadas. Para comprenderlas deberían conocerse las acti.vidades moleculares y sus variables relaciones, además de la histología exacta y completa de los centros cerebrales.

Esto no basta: son enigmas la naturaleza de la actividad nerviosa, las transformaciones de energía que determina en el momento que nace, durante el tiempo que se propaga y mientras se producen los fenómenos que acompañan a la complejísima función de pensar. Los conocimientos científicos distan de ese límite. Sin embargo, mientras la química y la fisiología permitan acercarse al fin, existe ya la certidumbre de que esa, y ninguna otra, es la vía para explicar las aptitudes supremas de un genio en función de su medio.

222 Nacemos diferentes; hay una variadísima escala desde el idiota hasta el genio. Se nace en una zona de ese espectro, con aptitudes subordinadas a la estructura y la coordinación de las células que intervienen en la elaboración del pensamiento; la herencia concurre a dar un sistema nervioso, agudo u obtuso, según los casos. La educación puede perfeccionar esas capacidades o aptitudes cuando existen; no puede crearlas cuando faltan: Salamanca no las presta.

Cada uno tiene la sensibilidad propia de su perfeccionamiento nervioso; los sentidos son la base de la memoria, de la asociación, de la imaginación; de todo. Es el oído lo que hace el músico; el ojo lleva la mano del pintor. El poder de concebir está subordinado al de percibir: cada hombre tiene la memoria y la imaginación que corresponde a sus percepciones predominantes. La memoria no hace el genio, aunque no le estorba; pero ella, y el razonamiento circunscrito a sus datos, no crean nada superior a lo real que percibimos. La fecundidad creadora requiere concurso la imaginación, elemento necesario para sobreponer a la realidad algún Ideal. Cuando, pues, se define el genio como "un grado exquisito de sensibilidad nerviosa", se enuncia la más