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Cap. I. — EL HOMBRE MEDIOCRE


I. ¿"Aurea Mediocritas"? — II. Los hombres sin personalidad. — III. En torno del hombre mediocre. — IV. Concepto social de la mediocridad. — V. El espíritu conservador. — VI. Peligros sociales de la mediocridad. — VII. La vulgaridad.
I. — "¿AUREA MEDIOCRITAS.?"

Hay cierta hora en que el pastor ingenuo se asombra ante la naturaleza que lo envuelve. La penumbra se espesa, el color de las cosas se uniforma en el gris homogéneo de las siluetas, la primera humedad crespuscular levanta de todas las hierbas un vaho perfume, aquitéase el rebaño para echarse a dormir, la remota campana tañe su aviso vesperal. La impalpable claridad lunar se emblanquece al caer sobre las cosas; algunas estrellas inquietan con su titilación el firmamento y un lejano rumor de arroyo brincante en las breñas parece conversar de misteriosos temas. Sentado en la piedra menos áspera que encuentra al borde del camino, el pastor contempla y enmudece, invitado en vano a meditar por la convergencia del sitio y de la hora. Su admiración primitiva es simple estupor. La poesía natural que le rodea, al reflejarse en su imaginación, no se convierte en poema. El es apenas un objeto en el cuadro, una pincelada: como la piedra, el árbol, la oveja, el camino; un accidente en la penumbra. Para él todas las cosas han sido siempre así y seguirán siéndolo, desde la tieque pisa hasta el rebaño que apacienta.

La inmensa masa de los hombres piensa con la cabeza de ese ingenuo pastor: no entendería el idioma de quien le explicara algún misterio del universo o de la vida, la