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José Ingenieros

inválidos no sienten la coerción del rebaño; su moralidad inferior chapalea en el vicio hasta el momento de rodar al delito.

Algunos son extrasociales, como el vagabundo ó el loco. Otros son antisociales, como el delincuente y el sectario. Los primeros, en su gran mayoría, para nada cuentan en la historia de la sociedad; paralíticos de la voluntad ó del carácter, enfermos de la inteligencia ó del sentimiento, son animales descarriados de la grey humana, condenados á vegetar una semivida cuyos más nobles resortes están enmohecidos. En muchos de los segundos, en cambio, la incapacidad de adaptarse á la mentalidad social se traduce por una conducta delictuosa; el animal no se limita á aislarse del rebaño, se rebela contra él, compromete el orden de cosas establecido para salvaguardar la vida y los intereses de sus componentes. Son tristes siempre, siniestros con frecuencia.

Complejos estudios han florecido en los últimos cincuenta años, dilatando pavorosamente los dominios estrechos de la primitiva patología mental. Los alienistas empíricos de antaño no sospechaban la existencia de innumerables variedades que hoy pueblan la zona del desequilibrio y la anormalidad, fluctuando desde la demencia y el delito hasta la avaricia y el misticismo, sin excluir los tipos intérlopes: el prestamista, el proxeneta, la ramera ó el difamador. No caben ellos en el marco de la mediocridad; su incapacidad de imitar á los que les rodean, de domesticarse en la disciplina social,