Página:El hombre mediocre (1913).pdf/154

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
152
José Ingenieros

me ó polariza alguna tendencia inmanente del continuo devenir moral. Algunos legislan y fundan religiones, como Manou, Confucio, Moisés ó Budha, en civilizaciones primitivas, cuando los estados son teocracias; otros predican y viven su moral, como Sócrates, Zenón ó Cristo, confiando la suerte de sus nuevos valores á la eficacia del ejemplo; los hay, en fin, que transmutan racionalmente las doctrinas, como Antistenes, Epicuro ó, Spinoza. Sea cual fuere el juicio que á la posteridad merezcan sus enseñanzas, todos ellos son inventores, fuerzas originales en la evolución del bien y del mal, en la metamorfosis de las virtudes. Son siempre hombres extraordinarios, genios, los que las enseñan. Los talentos morales perfeccionan ó practican de manera excelente esas virtudes por ellos creadas; los mediocres morales se limitan á imitarlas tímidamente.

Toda santidad es excesiva, desbordante, obsesionadora, absorbente, incontrastable: es genio. Se es santo por temperamento y no por cálculo, por corazonadas firmes, más que por doctrinarismos racionales: así lo fueron todos. El inflexible absolutismo del profeta ó del apóstol es simbólico; sin él no tendríamos la iluminada firmeza del virtuoso ni la obediencia disciplinada del honesto. Los santos no son los factores prácticos de la vida social, sino las masas mediocres que imitan débilmente su fórmula. No fué Francisco un instrumento eficaz de la beneficencia, virtud cristiana que el tiempo reemplazará por la solidaridad so