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El hombre mediocre

cial; sus efectos normales son producidos por innumerables individuos que serían incapaces de practicarla por iniciativa propia, y que de su exaltación sublime reciben sugestiones, tendencias y ejemplos, graduándolos, difundiéndolos. El santo de Asís muere de consunción, obsesionado por su virtud, sin cuidarse de sí mismo; entrega su vida á su ideal; los mediocres que practican la beneficencia por él predicada cumplen una obligación, tibiamente, sin perturbar su tranquilidad en holocausto á los demás.

La santidad crea ó renueva. «La extensión y el desarrollo de los sentimientos sociales y morales—dice Ribot—, se han producido lentamente y por obra de ciertos hombres que merecen ser llamados inventores en moral. Esta expresión puede sonar extrañamente á ciertos oídos de gente imbuida de la hipótesis de un conocimiento del bien y del mal innato, universal, distribuido á todos los hombres y en todos los tiempos. Si en cambio se admite una moral que se va haciendo, es necesario que ella sea la creación, el descubrimiento de un individuo ó de un grupo. Todo el mundo admite inventores en geometría, en música, en las artes plásticas ó mecánicas; pero también ha habido hombres que por sus disposiciones morales eran muy superiores á sus contemporáneos, y han sido promotores, iniciadores. Es importante observar que la concepción teórica de un ideal moral más elevado, de una etapa á pasar, no basta; se necesita una emoción poderosa que haga obrar y,