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El hombre mediocre

serviles; no sabe desarticular su cerviz. Su respeto por el mérito le obliga á desacatar toda sombra que carece de él, á agredirla si amenaza, á castigarla si hiere. Cuando es anodina la muchedumbre que impide sus anhelos y no tiene adversarios que fazferir, el digno se refugia en sí mismo, se atrinchera en sus ideales y calla, temiendo estorbar con sus palabras á las sombras que lo escuchan. Y mientras cambia el clima, como es fatal en la alternativa de las estaciones, espera anclado en su orgullo, como si éste fuera el puerto natural y más seguro para su dignidad.

Vive con la obsesión de no depender de nadie; sabe que sin independencia material el honor está expuesto á mil mancillas. Todo parásito es un siervo; todo mendigo es un doméstico. El hambriento puede ser rebelde: no es nunca un hombre libre. Enemiga poderosa de la dignidad es la miseria: ella hace trizas los caracteres mediocres é incuba las peores servidumbres. El que ha atravesado dignamente una pobreza es un heroico ejemplar de carácter. Suprema es la indignidad de los que adulan teniendo fortuna; ésta les redimiría de todas las domesticidades, si no fuesen esclavos de la vanidad. El pobre no puede vivir su vida, tantos son los compromisos de la indigencia; redimirse de ella es comenzar á vivir. Todos los hombres altivos viven soñando una modesta independencia material; la miseria es mordaza que traba la lengua y paraliza el corazón. Hay que escapar de sus garras para elegirse el Ideal más alto, el trabajo más