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José Ingenieros

tumbrados á considerarla como privilegio de una edad más avanzada, y nos parece que todos ellos han faltado al respeto á sus mayores, permitiéndose abrir nuevos caminos á la verdad. Se dirá que la solución de esos problemas por verdaderos muchachos fué una singular y excepcional casualidad; fácil es comprobar que ocurre lo mismo en todos los dominios de la ciencia: la gran mayoría de los trabajos que señalaron horizontes nuevos fueron la obra de jóvenes que acababan de transponer los veinte años. No es éste el sitio para buscar las causas y las consecuencias de ese hecho; pero es útil recordarlo, pues aunque señalado más de una vez, está muy lejos de ser reconocido por los que se dedican á educar la juventud. Los trabajos de hombres jóvenes son de carácter principalmente innovador; el mecanismo de la instrucción pública no debe ser obstáculo á ellos... permitiéndoles desde temprano desarrollar libremente sus aptitudes en los institutos superiores, en vez de agotar prematuramente, como ocurre ahora, un gran número de talentos científicos originales.» (W. Ostwald: L'Energie, cap. V). Y para que sus conclusiones no parezcan improvisadas el eminente filósofo las ha desenvuelto en su último libro (Les grands hommes), donde el problema del genio juvenil está analizado con criterio experimental.

Por eso las academias suelen ser cementerios donde se glorifica á hombres que ya han dejado de existir para su ciencia ó para su arte. Es natu