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José Ingenieros

los ritmos afectivos son encarrilados por la experiencia y la crítica coordina la imaginación: los ideales tórnanse reflexivos y serenos. Corresponde el uno á la juventud y el otro á la madurez. El primero es adolescente, crece, puja y lucha; el segundo es adulto, se fija, impone y defiende. El idealista perfecto sería romántico á los veinte años y estoico á los cincuenta; es tan anormal el estoicismo en la juventud como el romanticismo en la edad madura. Lo que al principio le enciende en pasión debe cristalizarle después en suprema dignidad: ésa es la lógica de su temperamento.

III.—Los idealistas románticos.

Los idealistas románticos son exagerados porque son insaciables. Comprenden que todos los ideales contienen una partícula de utopía y pierden algo al realizarse: de razas ó de individuos, nunca se integran como se piensan. En pocas cosas el hombre puede llegar al fin que la imaginación señala: su gloria está en marchar hacia él, siempre inalcanzado é inalcanzable. Después de iluminar su espíritu con todos los resplandores de la cultura humana, Goethe muere pidiendo más luz; y Musset quiere amar incesantemente después de haber amado, ofreciendo su vida por una caricia y su genio por un beso. Todos los románticos parecen preguntarse, con el poeta: «¿Por qué no es infinito el poder humano, como el deseo?» Tienen una cu-