Página:El hombre mediocre (1913).pdf/42

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
40
José Ingenieros

ñas parece conversar de misteriosos temas. Sentado en la piedra menos áspera que encuentra al borde del camino, el pastor contempla y enmudece, invitado á meditar por la convergencia del sitio y de la hora. Su admiración primitiva es simple estupor. La poesía natural que le rodea, al reflejarse en su imaginación, no se convierte en poema. Él es, apenas, un objeto en el cuadro, una pincelada: como la piedra, el árbol, la oveja, el camino; un accidente en la penumbra. Para él todas las cosas han sido siempre así y seguirán siéndolo, desde la tierra que pisa hasta el rebaño que apacienta.

La inmensa masa de los hombres piensa con cabeza de ingenuo pastor: no entendería el idioma de quien le explicara la evolución del universo ó de la vida. Sus rutinas y sus prejuicios parécenle eternamente invariables; su obtusa imaginación no concibe perfecciones pasadas ni venideras; el estrecho horizonte de su experiencia constituye el límite forzoso de su mente. No puede formarse un ideal. Encontrará en los ajenos una chispa capaz de encender su fanatismo; será sectario, puede serlo. Nunca será idealista; es imposible. Y no advertirá siquiera la ironía de cuantos le invitan á arrebañarse en nombre de ideales que puede servir, no comprender. Todo ideal, seguido por muchedumbres, sólo es pensado por pocos visionarios que son sus amos. Para concebir una perfección es indispensable cierta cultura. Los hombres bastos pueden tener fanatismos, ideales jamás. Viven