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del señor don Quijote, á quien todos debemos servir y agradar por su buena condición y por sus altas caballerías. Dad el sí, hijo, desta azotaina, y váyase el diablo para diablo, y el temor para mezquino, que un buen corazón quebranta mala ventura, como vos bien sabéis.

A estas razones respondió con estas disparatadas Sancho, que hablando con Merlín, le preguntó:

1 —Dígame vuesa merced, señor Merlín, cuando llegó aquí el diablo correo dió á mi amo un recado del señor Montesinos, mandándole de su parte que le esperase aquí, porque venía á dar orden de que la señora doña Dulcinea del Toboso se desencantase, y hasta ahora no hemos visto á Montesinos ni á sus semejas.

— A lo cual respondió Merlín:

El diablo, amigo Sancho, es un ignorante y un grandísimo bellaco; yo le envié en busca de vuestro amo, pero no con recado de Montesinos, sino mío, porque Montesinos se está en su cueva atendiendo, ó por mejor decir, esperando su desencanto, que aun le falta la cola por desollar: si os debe algo, ó tenéis alguna cosa que negociar con él, yo os lo traeré y pondré donde vos más quisiéredes y por ahora acabad de dar el sí desta disciplina, y creedme, que os será de mucho provecho, así para el alma como para el cuerpo: para el alma, por la caridad con que la haréis; para el cuerpo porque yo sé que sois de complexión sanguínea, y no os podrá hacer daño sacaros un poco de sangre.

Muchos médicos hay en el mundo; hasta los encantadores son médicos, replicó Sancho; pero pues todos me lo dicen, aunque yo no me lo veo,