Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo III (1908).pdf/119

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 115 —

que yo me hiciese de lana y de algodón cardado, dice que si me coge me amarrará desnudo á un árbol y me doblará la parada de los azotes; y habían de considerar estos lastimados señores, que no solamente piden que se azote á un escudero, sino un gobernador, como quien dice, bebe con guindas. Aprendan, aprendan mucho de enhoramala á saber rogar y á saber pedir, y á tener crianza, que no son todos los tiempos, unos, ni están los hombres siempre de buen humor. Estoy yo ahora reventando de pena por ver mi sayo verde roto, y vienen á pedirme que me azote de mi voluntad, estando ella tan ajena dello como de volverme cacique.

—Pues en verdad amigo Sancho, dijo el duque, que si no os ablandáis más que una breva madura, que no habéis de empuñar el gobierno. Bueno sería que yo enviase á mis insulanos un gobernador cruel, de entrañas pedernalinas, que no se doblega á las lágrimas de las afligidas doncellas, ni á los ruegos de discretos, imperiosos y antiguos encantadores y sabios. En resolución, Sancho, ó vos habéis de ser azotado, ó os han de azotar, ó no habéis de ser gobernador.

—Señor, respondió Sancho, ¿no se me darían dos días de término para pensar lo que me está mejor?

—No, en ninguna manera, dijo Merlín, aquí en este instante y en este lugar ha de quedar asentado lo que ha de ser deste negocio: ó Dulcinea volverá á la cueva de Montesinos y á su pristino estado de labradora, ó ya en el sér que está será llevada á los elíseos campos, donde estará esperando se cumpla el número del vápulo.

—Ea, buen Sancho, dijo la duquesa, buen ánimo y buena correspondencia al pan que habéis comido