Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo III (1908).pdf/128

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 124 —

vuestro estado, cosa que se puede y debe tener á milagro ó á fuerza de encantamento: ella queda á la puerta desta fortaleza ó casa de campo, y no aguarda para entrar sino vuestro beneplácito. Dijo, y tosió luego, y manoseóse la barba de arriba abajo con entrambas manos, y con mucho sosiego estuvo atendiendo la respuesta del duque, que fué:

— —Ya, buen escudero Trifaldín de la blanca barba, ha muchos días que tenemos noticias de la desgracia de mi señora la condesa Trifaldi, á quien los encantadores hacen llamar la Dueña Dolorida.

Bien podéis, estupendo escudero, decirle que entre, y que aquí está el valiente caballero don Quijote de la Mancha, de cuya condición generosa puede prometerse con seguridad todo amparo y toda ayuda; y asimismo le podéis decir de mi parte, que si mi favor le fuere necesario no le ha de faltar, pues ya me tiene obligado á dársele el ser caballero, á quien es anejo y concerniente favorecer á toda suerte de mujeres, en especial á las dueñas viudas, menoscabadas y doloridas, cual lo debe estar su señoría.

Oyendo lo cual Trifaldín, inclinó la rodilla hasta el suelo, y haciendo el pífaro y tambores señal que tocasen, al mismo són y al mismo paso que había entrado setvió á salir del jardín dejando á todos admirados de su presencia y compostura. Y volviéndose el duque á don Quijote, le dijo:

—En fin, famoso caballero, no pueden las tinieblas de la ignorancia encubrir y oscurecer la luz del valor y de la virtud. Digo esto, porque apenas ha seis días que la vuestra bondad está en este castillo, cuando ya os vienen á buscar de lueñas y apartadas tierras, y no en carrozas ni en dromeda-