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—Yo me pelaría las mías, dijo don Quijote, en tierra de moros, si no remediase las vuestras.

A este punto volvió en su desmayo la Trifaldi, y dijo:

—El retintin desa promesa, valeroso caballero, en medio de mi desmayo llegó á mis oídos, y ha sido parte para que yo dél vuelva y cobre todos mis sentidos y así de nuevo os suplico, andante inclito y señor índomable, vuestra graciosa promesa se convierta en obra.

—Por mí no quedará, respondió don Quijote:

ved, señora, qué es lo que tengo de hacer, que el ánimo está muy pronto para serviros.

—Es el caso, respondió la Dolorida, que desde aquí el reino de Candaya si se va por tierra hay cinco mil leguas, dos más ó menos; pero si se va por el aire y por la línea recta, hay tres mil y docientas y veintisiete. Es también de saber, que Malambruno me dijo que cuando la suerte me deparase al caballero nuestro libertador, que él le enviaría una cabalgadura harto mejor y con menos malicias que las que son de retorno, porque ha de ser el mismo caballo de madera sobre quien llevó el valeroso Pierres robada á la linda Magalona, el cual caballo se rige por una clavija que tiene en la frente, que le sirve de freno, y vuela por el aire con tanta ligereza, que parece que los mesmos diablos le llevan. Este tal caballo, según es tradición antigua, fué compuesto por aquel sabio Merlin; prestósele á Pierres, que era su amigo, con el cual hizo grandes viajes, y robó, como se ha dicho, á la linda Magalona, llevándola á las ancas por el aire, dejando embobados á cuantos desde la tierra los miraban, y no le prestaba sino á quien él quería ó mejor se lo pagaba, y desde el gran Pie-