Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo III (1908).pdf/145

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 141 —

manifiesta. ¡Oh autor celebérrimo! ¡Oh don Quijote dichoso! ¡Oh Dulcinea famosa! ¡Oh Sancho Panza gracioso! todos juntos, y cada uno de por sí, viváis siglos infinitos para gusto y general pasatiempo de los vivientes.

Dice pues la historia que así como Sancho vió desmayada á la Dolorida, dijo:

—Por la fe de hombre de bien juro, y por el siglo de todos mis pasados los Panzas, que jamás he oído ni visto, ni mi amo me ha contado, ni en su pensamiento ha cabido semejante aventura como esta. Válgate mil Satanases, por no maldecirte, por encantador y gigante Malambruno, ¿y no hallaste otro género de castigo que dar á estas pecadoras sino el de barbarlas? Cómo, ¿y no fuera mejor, y á ellas les estuviere más á cuento, quitarles la mitad de las narices de medio arriba, aunque hablaran gangoso, que no ponerles barbas? Apostaré yo que no tienen hacienda para pagar á quien las rape.

—Así es la verdad, señor, respondió una de las doce, que no tenemos hacienda para mondarnos, y así hemos tomado algunas de nosotras por remedio ahorrativo de usar de unos pegotes ó parches pegajosos, y aplicándolos á los rostros, y tirando de golpe, quedamos rasas y lisas como fondo de mortero de piedra: que puesto que hay en Candaya mujeres que andan de casa en casa á quitar el vello y á pulir las cejas, y hacer otros mejurjes tocantes á mujeres, nosotras las dueñas de mi señora por jamás quisimos admitirlas, porque las más oliscan á terceras, habiendo dejado de ser primas, y si por el señor don Quijote no somos remediadas, con barbas nos llevarán á la sepultura.