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buen grado y de mejor talante, sin ponerme á tomar cojín ni calzarme espuelas, por no detenerme: tanta es la gana que tengo de veros á vos, señora, y á todas estas dueñas rasas y mondas.

—Eso no haré yo, dijo Sancho, ni de malo ni de buen talante, en ninguna manera; y si es que este rapamiento no se puede hacer sin que yo suba á las ancas, bien puede buscar mi señor otro escudero que le acompañe, y estas señoras otro modo de alisarse los rostros, que yo no soy brujo para gustar de andar por los aires: ¿y qué dirán mis insulanos cuando sepan que su gobernador anda paseando por los vientos? Y otra cosa más, que habiendo tres mil y tantas leguas de, aquí á Candaya, si el caballo se cansa ó el gigante se enoja, tardaremos en dar la vuelta media docena de años, y ya no habrá ínsula ni ínsulos en el mundoque me conozcan; y pues se dice comunmente que en la tardanza va el peligro, y cuando te dieren la vaquilla acudas con la soguilla, perdónenme las barbas destas señoras, que bien se está San Pedro en Roma, quiero decir, que bien me estoy en esta casa, donde tanta merced se me hace, y de cuyo dueño tan gran bien espero como es verme gobernador.

A lo que el duque dijo:

—Sancho amigo, la ínsula que yo os he prometido no es movible ni fugitiva, raíces tiene tan hondas, echadas en los abismos de la tierra, que no la arrancarán ni mudarán de donde está á tres tirones; y pues vos sabéis que sé yo que no hay ningún género de oficio destos de mayor cuantía que no se granjee con alguna suerte de cohecho, cual más, cual menos, el que yo quiero llevar por este gobierno es que vayáis con vuestro se-