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mucho más que de las que están por venir; y aunque no todas veces acierta en todas, en las más no yerra, de modo que nos hace creer que tiene el diablo en el cuerpo. Dos reales lleva por cada pregunta si es que el mono responde, quiero decir, si responde el amo por él después de haberle hablado al oído; y así se cree que el tal maese Pedro está riquísimo y es hombre galante (como dicen en Italia), y bon compaño, y dase la mejor vida del mundo; habla más que seis y bebe más que doce, todo á costa de su lengua y de su mono y de su retablo.

En esto volvió el maese Pedro, y en una carreta venía el retablo, y el mono grande y sin cola, con las posaderas de fieltro, pero no de mala cara; y apenas le vió don Quijote cuando le preguntó:

—Dígame vuesa merced, señor adivino, ¿qué peje pillamos? ¿qué ha de ser de nosotros? y vea aquí mis dos reales; y mandó á Sancho que se los diese á maese Pedro, el cual respondió por el mono, y dijo:

—Señor, este animal no responde ni da noticias de las cosas que están por venir; de las pasadas sabe algo, y de las presentes algún tanto.

—Voto arrus, dijo Sancho, no dé yo un ardite porque me digan lo que por mí ha pasado, porque ¿quién lo puede saber mejor que yo mesmo? Y pagar yo porque me digan lo que sé, sería una gran necedad; pero pues sabe las cosas presentes, he aquí mis dos reales, y dígame el señor monísimo, qué hace ahora mi mujer Teresa Panza, y en qué se entretiene.

No quiso tomar maese Pedro el dinero, diciendo:

—No quiero recebir adelantados los premios sin que hayan precedido los servicios; y dando con la mano derecha dos golpes sobre el hombro izquier-