1 tantes á sacármela de las uñas, ni aun garras de leones, antes el ánima de en mitad en mitad de las carnes.
—Ella tiene razón, dijo el hombre, y yo me doy por rendido y sin fuerzas, y confieso que las mías no son bastantes para quitársela, y dejóla.
Entonces el gobernador dijo á la mujer:
—Mostrad, honrada y valiente, esa bolsa.
Ella se la dió luego y el gobernador se la volvió al hombre, y dijo á la esforzada y no forzada:
—Hermana mía, si el mismo aliento y valor que habéis mostrado para defender esta bolsa le mostrárades, y aun la mitad menos, para defender vuestro cuerpo, las fuerzas de Hércules no os hicieran fuerza: andad con Dios y mucho enhoramala, y no paréis en toda esta ínsula, ni en seis leguas á la redonda, so pena de doscientos azotes:
andad luego, digo, churrillera, desvergonzada y embaidora.
Espantóse la mujer y fuese cabizbaja y mal contenta, y el gobernador dijo al hombre:
—Buen hombre, andad con Dios á vuestro lugar con vuestro dinero, y de aquí adelante si no le queréis perder, procurad que no os venga en voluntad de yogar con nadie.
El hombre le dió las gracias lo peor que supo, y fuése, y los circunstantes quedaron admirados de nuevo de los juicios y sentencias de su nuevo gobernador. Todo lo cual notado de su coronista fué luego escrito al duque, que con gran deseo lo estaba esperando: y quédese aquí el buen Sancho, que es mucha la priesa que nos da su amo alborozado con la música de Altisidora.