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fuera bastante para persuadirme que hay monos en el mundo que adivinen, como lo he visto ahora por mis propios ojos? porque yo soy el mismo don Quijote de la Mancha que este buen animal ha dicho, puesto que se ha extendido algún tanto en mis alabanzas; pero como quiera que yo me sea, doy gracias al cielo, que me dotó de un ánimo blando y compasivo, inclinado siempre á hacer bien á todos, y mal á ninguno.

—Si yo tuviera dineros, dijo el paje, preguntara al señor mono qué me ha de suceder en la peregrinación que llevo. A lo que respondió maese Pedro (que ya se había levantado de los pies de don Quijote):

—Ya he dicho que esta bestezuela no responde á lo por venir, que si respondiera no importara no haber dineros, que por servicio del señor don Quijote, que está presente, dejara yo todos los intereses del mundo; y ahora porque se lo debo, y por darle gusto, quiero armar mi retablo, y dar placer á cuantos están en la venta sin paga alguna. Oyendo lo cual el ventero, alegre sobremanera; señaló el lugar donde se podía poner el retablo, que en un punto fué hecho. Don Quijote no estaba muy contento con las adivinanzas del mono, por parecerle no ser á proposito que un mono adivinase ni las de por venir ní las pasadas cosas; y así en tanto que maese Pedro acomodaba el retablo, se retiró don Quijote con Sancho á un rincón de la caballeriza, donde sin ser oídos de nadie le dijo:

—Mira, Sancho, yo he considerado bien la estraña habilidad deste mono, y hallo por mi cuenta que sin duda este maese Pedro su amo debe de tener hecho pacto tácito ó espreso con el demonio.

ON QUIJOTE .—2 TOMO III

VOL . 317