Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo III (1908).pdf/220

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han usurpado unos catarros que en esta tierra de Aragón son tan ordinarios. Pero espéreme vuesa merced un poco, saldré á encender mi vela, y volveré en un instante á contar mis cuitas como á remediador de todas las del mundo: y sin esperar respuesta se salió del aposento, donde quedó don Quijote sosegado y pensativo esperándola; pero luego le sobrevinieron mil pensamientos acerca de aquella nueva aventura; y parecíale ser mal hecho y peor pensado ponerse en peligro de romper á su señora la fe prometida, y decíase á sí mismo.

—¿Quién sabe si el diablo, que es sutil y mañoso, querrá engañarme agora con una dueña, lo que no ha podido con emperatrices, reinas, duquesas, marquesas ni condesas? que yo he oído decir muchas veces y á muchos discretos, que si él puede, antes os la dará roma que aguileña: ¿y quién sabe si esta soledad, esta ocasión y este silencio despertarán mis deseos, que duermen, y harán que al cabo de mis años venga á caer donde nunca he tropezado? y en casos semejantes mejor es huir que esperar la batalla. Pero yo no debo de estar en mi juicio, pues tales disparates digo y pienso que no es posible que una dueña toquiblanca, larga y antojuna pueda mover ni levantar pensainiento lascivo en el más desalmado pecho del mundo: ¿por ventura hay dueña en la tierra que tenga buenas carnes? ¿Por ventura hay dueña en el orbe que deje de ser impertinente, fruncida y melindrosa? afuera pues, caterva dueñesca, inútil para ningún humano regalo: joh cuán bien hacía aquella señora de quien se dice que tenía dos dueñas de bulto con sus antojos y almohadi-