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224 duque, se burlaban de Sancho; pero él se las tenía tiesas á todos, magüera tonto; bronco y rollizo, y dijo á los que con él estaban y al doctor Pedro Recio, que como se acabó el secreto de la carta del duque había vuelto á entrar en la sala :

—Ahora verdaderamente que entiendo que los jueces y gobernadores deben de ser ó han de ser de bronce para no sentir las importunidades de los negociantes, que á todas horas y á todos tiempos quieren que los escuchen y despachen, atendiendo sólo á su negocio, y venga lo que viniere; y si el pobre del juez no los escucha y despacha, ó porque no puede, ó porque no es aquel el tiempo diputado para darles audiencia, luego les maldicen y murmuran, y les roen los huesos, y aun les deslindan los linajes. Negociante necio, negociante mentecato, no te apresures, espera sazón y coyuntura para negociar: no vengas á la hora del comer ni á la del dormir, que los jueces son de carne y de hueso, y han de dar á la naturaleza lo que naturalmente les pide, si no es yo, que no le doy de comer á la mía, merced al señor doctor Pedro Recio Tirteafuera, que está delante, que quiere que muera de hambre, y afirma que esta muerte es vida, que así se la dé Dios á él y á todos los de su raela, digo, á la de los malos médicos, que la de los buenos palmas y lauros merecen.

Todos los que conocían á Sancho Panza se admiraban oyéndole hablar tan elegantemente, y no sabían á qué atribuirlo, sino á que los oficios y cargos graves, ó adoban ó entorpecen los entendimientos. Finalmente, el doctor Pedro Recio Agüero de Tirteafuera prometió de darle de cenar aquella noche, aunque excediese de todos log