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»y del ingenio de vuestro marido Sancho, me mo»>vieron y obligaron á pedir á mi marido el duque »>le diese un gobierno de una ínsula de muchas que »tiene. Tengo noticia que gobierna como un geri»>falte, de lo que yo estoy muy contenta, y el duque »mi señor por el consiguiente, por lo que doy mu»chas gracias al cielo de no haberme engañado en »haberle escogido por el tal gobierno; porque quie»>ro que sepa la señora Teresa, que con dificultad se »halla un buen gobernador en el mundo, y tal me »haga á mi Dios como Sancho gobierna. Ahí le en»>vío, querida mía, una sarta de corales con estre»mos de oro: yo me holgara que fuera de perlas »>orientales; pero quien te da el hueso no te querría »ver muerta: tiempo vendrá en que nos conozca»mos y nos comuniquemos, y Dios sabe lo que será.

»Encomiéndeme á Sanchica su hija, y dígala de mi parte que se apareje, que la tengo de casar alta»mente cuando menos lo piense. Dícenme que en »ese lugar hay bellotas gordas, envíeme hasta dos »docenas, que las estimaré en mucho por ser de su »mano; y escríbame largo, avisándome de su salud »y de su bienestar, y si hubiere menester alguna »cosa, no tiene que hacer más que boquear, que su »boca será medida: y Dios me la guarde. Deste lu»gar, su amiga que bien la quiere :

»LA DUQUESA .» —¡Ay! dijo Teresa en oyendo la carta, y qué buena, y qué llana, y qué humilde señora: con estas tales señoras me entierren á mí, y no las hidalgas que en este pueblo se usan, que piensan que por ser hidalgas no las ha de tocar el viento, y van á la iglesia con tanta fantasía, como si fuesen las mesmas reinas, que no parece sino que tienen á