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sino que desde que nací tengo deseo de ver á mi padre con calzas atacadas?

— —Como con esas cosas le verá vuesa merced si vive, respondió el paje. Par Dios, términos lleva de caminar con papahigo con solos dos meses que le dure el gobierno.

Bien echaron de ver el cura y el bachiller que el paje hablaba socarronamente; pero la fineza de los corales y el vestido de caza que Sancho enviaba lo deshacía todo (que ya Teresa les había mostrado el vestido), y no dejaron de reirse del deseo de Sanchica, y más cuando Teresa dijo:

—Señor cura, eche cata por ahí si hay alguien que vaya á Madrid ó á Toledo, para que me compre un verdugado redoncho hecho y derecho, y sea al uso y de los mejores que hubiere; que en verdad, en verdad que tengo de honrar el gobierno de mi marido en cuanto yo pudiere, y aunque si me enojo me tengo de ir á esa corte y echar un coche como todas, que la que tiene marido gobernador muy bien le puede traer y sustentar.

—Y cómo, madre, dijo Sanchica, pluguiese á Dios que fuese antes hoy que mañana, aunque dijesen los que me viesen ir sentada con mi señora madre en aquel coche: Mirad la tal para cual, hija del harto de ajos, y cómo va sentada y tendida en el coche como si fuera una papesa. Pero pisen ellos los lodos, y ándeme yo en mi coche levantados los pies del suelo. Mal año y mal mes para cuantos murmuradores hay en el mundo: y ándeme yo caliente, y ríase la gente. ¿ Digo bien, madre mía?

—Y cómo que dices bien, hija, respondió Teresa, y todas estas venturas y aun mayores me las tiene profetizadas mi buen Sancho; y verás tú, hija, como no para hasta hacerme condesa, que todo es