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y iba á morir en aquella horca que allí estaba, y no otra cosa. Repararon los jueces en el juramento, y dijeron: si á este hombre lo dejamos pasar libremente, mintió en su juramento, y conforme á la ley debe morir; y si le ahorcamos, él juró que iba á morir en aquella horca, en aquella horca, habiendo jurado verdad, por la misma ley debe ser libre.

Pídese á vuesa merced, señor gobernador, qué harán los jueces de tal hombre, que aun hasta agora están dudosos y suspensos. Y habiendo tenido noticia del agudo y elevado entendimiento de vuesa merced, me enviaron á mí á que suplicase á vuesa merced de su parte diese su parecer en tan intrincado y dudoso caso. A lo que respondió Sancho:

—Por cierto que esos señores jueces que á mí os envían lo pudieran haber escusado, porque yo soy un hombre que tengo más de mostrenco que de agudo; pero con todo eso, repetidme otra vez el negocio de modo que yo le entienda, quizá podría ser que diese en el hito.

Volvió otra y otra vez el preguntante á referir lo que primero había dicho, ý Sancho dijo:

—A mi parecer este negocio en dos paletas le de clararé yo, y es así: ¿El tal hombre jura que va á morir en la horca, y si muere en ella juró verdad, y por la ley puesta merece ser libre, y que pase l puente, y si no le ahorcan juró mentira, y por la misma ley merecen que le ahorquen?

—Así es como el señor gobernador dice, dijo el mensajero; y cuanto á la entereza y entendimiento del caso, no hay más que pedir ni qué dudar.

—Digo yo pues agora, replicó Sancho, que deste hombre aquella parte que juró verdad le dejen pasar, y la que dijo mentira le ahorquen, y desta ma-