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Cumplió su palabra el mayordomo, pareciéndole ser cargo de conciencia matar de hambre á tan discreto gobernador, y más que pensaba concluir con él aquella misma noche, haciéndole la burla última que traía en comisión de hacerle. Sucedió pues, que habiendo comido aquel día contra las reglas y aforismos del doctor Tirteafuera, al levantar los manteles entró un correo con una carta de don Quijote para el gobernador. Mandó Sancho al secretario que la leyese para sí, y que si no viniese en ella alguna cosa digna de secreto, la leyese en voz alta.

Hízolo así el secretario, y repasándola primero, dijo:

1 —Bien se puede leer en voz alta, que lo que el señor don Quijote escribe á vuesa merced merece estar estampado y escrito con letras de oro, y dice así:

Carta de don Quijote de la Mancha á Sancho Panea, gobernador de la insula Barataria.

«Cuando esperaba oir nuevas de tus descuidos »é impertinencias, Sancho amigo, las oí de tus dis»creciones, de que dí por ello gracias particulares »al cielo, el cual del estiércol sabe levantar los po»bres, y de los tontos hace discretos. Dícenme que »gobiernas como si fueses hombre, y que eres hom»bre como si fueses bestia, según es la humildad »con que te tratas: y quiero que adviertas, San»>cho, que muchas veces conviene y es necesario »por la autoridad del oficio ir contra la humildad »del corazón; porque el buen adorno de la persona.

»que está puesta en graves cargos ha de ser confor »me á lo que ellos piden, y no á la medida de lo »que su humilde condición le inclina. Vístete bien,