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»gusto todo este lugar, puesto que no hay quien »lo crea, principalmente el cura y maese Nicolás »>el barbero, y Sansón Carrasco el bachiller; pero »á mí no se me da nada, que como ello sea así, »como lo es, diga cada uno lo que quisiere; aun»que si va á decir la verdad, á no venir los corales »y el vestido, tampoco yo lo creyera, porque en »este pueblo todos tienen á mi marido por un po»rro, y que sacando de gobernar un hato de ca»bras, no pueden imaginar para qué gobierno pueda »ser bueno: Dios lo haga y lo encamine como ve »que lo han menester sus hijos. Yo, señora de mi »alma, estoy determinada, con licencia de vuesa »merced, de meter este buen día en mi casa, yén»dome á la corte á tenderme en un coche, para »quebrar los ojos á mil envidiosos que ya tengo:

»>y así suplico á vuesa Excelencia mande á mi ma»rido me envíe algún dinerillo, y que sea algo qué, »porque en la corte son los gastos grandes, que »>el pan vale á real, y la carne la libra á treinta »maravedís, que es un juicio; y si quisiere que no »>vaya, que me lo avise con tiempo, porqué me es»tán bullendo los pies por ponerme en camino, »que me dicen mis amigas y mis vecinas, que si »yo y mi hija andamos orondas y pomposas en la »corte, vendrá á ser conocido mi marido por mí »más que yo por él, siendo forzoso que pregunten »muchos: ¿quién son estas señoras deste coche?

»y un criado mío responderá: la mujer y la hija »de Sancho Panza, gobernador de la insula Bara»taria; y desta manera será conocido Sancho, y »yo seré estimada, y á Roma por todo.

»Pésame cuanto pesar me puede que este año »no se han cogido bellotas en este pueblo; con »todo eso envío á vuesa alteza hasta medio cele-