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»dad es que ya ha dejado el pincel y tomado el aza»da, y va al campo como gentilhombre. El hijo »de Pedro de Lobo, se ha ordenado de grados y »corona con intención de hacerse clérigo: súpolo »Minguilla, la nieta de Mingo Silvato, y hale pues»to demanda de que la tiene dada palabra de ca»samiento; malas lenguas quieren decir que ha »estado en cinta dél, pero él lo niega á pies jun»tillas. Ogaño no hay aceitunas ni se halla una »gota de vinagre en todo este pueblo. Por aquí »pasó una compañía de soldados, lleváronse de »camino tres mozas deste pueblo; no te quiero »decir quién son, quizá volverán, y no faltará »quien las tome por mujeres con sus tachas bue»nas ó malas. Sanchica hace puntos de randas, »gana cada día ocho maravedís horros, que los va »echando en una alcancia para ayudar á su ajuar; »pero ahora que es hija de un gobernador, tú le »darás la dote sin que ella lo trabaje. La fuente »de la plaza se secó: un rayo cayó en la picota, »y allí me las den todas. Espero respuesta desta »y la resolución de mi ida á la corte: y con esto »Dios te me guarde más años que á mí, ó tantos, »porque no querría dejarte sin mí en este mundo.

«Tu mujer, TERESA PANZA .» 1 Las cartas fueron solenizadas, reídas, estimadas y admiradas: y para acabar de echar el sello llegó el correo, el que traía la que Sancho enviaba á don Quijote, que asimesmo se leyó públicamente, la cual puso en duda la sandez del gobernador. Retiróse la duquesa para saber del paje lo que le había sucedido en el lugar de Sancho, el cual se lo contó muy por estenso, sin dejar circunstancia que no refiriese: dióle las bellotas, y más un queso que Teresa le dió por ser muy bue-