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á salir donde estaba el jumento, y con una piedra empezó á desmoronar la tierra del agujero, de modo que en poco espacio hizo lugar donde con facilidad pudiera entrar el asno, como lo hizo, y cogiéndole del cabestro comenzó á caminar por aquella gruta adelante por ver si hallaba alguna salida por otra parte á veces iba á oscuras, y á veces sin luz, pero ninguna vez sin miedo.

— Válame Dios todopoderoso! decía entre sí:

esta que para mí es desventura, mejor fuera para aventura de mi amo don Quijote. El sí que tuviera estas profundidades y mazmorras por jardines floridos y por palacios de Galiana, y esperara salir desta escuridad y estrecheza á algún florido prado; pero yo sin ventura, falto de consejo y menoscabado de ánimo, á cada paso pienso que debajo de los pies de improviso se ha de abrir otra sima más profunda que la otra, que acabe de tragarme; bien vengas, mal si vienes solo.

Desta manera y con estos pensamientos le pareció que habría caminado poco más de media legua, al cabo de la cual descubrió una confusa claridad, que pareció ya ser de día, y que por alguna parte entraba, que daba indicio de tener fin abierto aquel, para él, camino de la ctra vida. Aquí le deja Cide Hamete Benengeli, y vuelve á tratar de don Quijote, que alborozado y contento esperaba el plazo de la batalla que había de hacer con el robador de la honra de la hija de doña Rodríguez, á quien pensaba enderezar el tuerto y desaguisado que malamente le tenían fecho. Sucedió pues, que saliéndose una mañana á imponerse y ensayarse en lo que había de hacer en el trance de que otro día pensaba verse, dando un repelón ó arremetida á Rocinante llegó á poner los pies tan junto á una