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mal pago te he dado de tus buenos servicios! Perdóname y pide á la fortuna en el mejor modo que supieres, que nos saque deste miserable trabajo en que estamos puesto los dos, que yo prometo ponerte una corona de laurel en la cabeza, que no parezcas sino un laureado poeta, y de darte los piensos doblados.

Desta manera se lamentaba Sancho Panza, y su jumento le escuchaba sin responderle palabra alguna: tal era el aprieto y angustia en que el pobre se hallaba. Finalmente, habiendo pasado toda aquella noche en miserables quejas y lamentaciones, vino el día, con cuya claridad y resplandor vió Sancho que era imposible de toda imposibilidad salir de aquel pozo sin ser ayudado, y comenzó á lamentarse y dar voces por ver si alguno le oía; pero todas sus voces eran dadas en desierto, pues por todos aquellos contornos no había persona que pudiese escucharle, y entonces se acabó de dar por muerto. Estaba el rucio boca arriba, y Sancho Panza le acomodó de modo que le puso en pie, que apenas se podía tener; y sacando de las alforjas, que también habían corrido la misma fortuna de la caída, un pedazo de pan, le dió á su jumento, que no le supo mal, y díjole Sancho, como si lo entendiera: Todos los duelos con pan son buenos.

En esto descubrió á un lado de la sima un agujero capaz de caber por él una persona si se agobiaba y encogía. Acudió á él Sancho Panza, y agazapándose se entró por él, y vió que por dentro era espacioso y largo, y púdolo ver porque por lo que se podía llamar techo entraba un rayo de luz, que lo descubría todo. Vió también que se dilataba y alargaba por otra concavidad espaciosa; y viendo lo cual volvió DON QUIJOTE .—19 TOMO III

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