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seáis alcanzar por esposo. El duque que esto oyó, estuvo por romper en risa toda su cólera y dijo:

—Son tan extraordinarias las cosas que suceden al señor don Quijote, que estoy por creer que este mi lacayo no lo es; pero usemos deste ardid y maña; dilatemos el casamiento quince días si quieren, y tengamos encerrado á este personaje que nos tiene dudosos, en los cuales podría ser que volviese á su pristina figura, que no ha de durar tanto el rencor que los encantadores tienen al señor don Quijote, y más yéndoles tan poco en usar estos embelecos y transformaciones.

—Oh señor! dijo Sancho, que ya tienen estos malandrines por uso y costumbre de mudar las cosas de unas en otras, que tocan á mi amo. Un caballero que venció los días pasados, llamado el de los Espejos, le volvieron en la figura del bachiller Sansón Carrasco, natural de nuestro pueblo y grande amigo nuestro, y á mi señora Dulcinea del Toboso le han vuelto en una rústica labradora, y así imagino que este lacayo ha de morir y vivir lacayo todos los días de su vida. A lo que dijo la hija de la Rodríguez:

—Séase quien fuere este que me pide por esposa, que yo se lo agradezco, que más quiero ser mujer legítima de un lacayo, que no amiga y burlada de un caballero, puesto que el que á mí me burló no lo es.

En resolución, todos estos cuentos y sucesos pararon en que Tosilos se recogiese hasta ver en qué paraba su transformación. Aclamaron todos la victoria por don Quijote, y los más quedaron tristes y melancólicos de ver que no se habían hecho pedazos los tan esperados combatientes: bien así como los muchachos quedan tristes cuando no sa-