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moslas cubiertas para que no se desfloren, y en hombros porque no se quiebren.

—Si sois servidos, respondió don Quijote, holgaría de verlas, pues imágenes que con tanto recato se llevan, sin duda deben de ser buenas.

— —Y cómo si lo son, dijo otro, si no, dígalo lo que cuestan, que en verdad que no hay ninguna que no esté en más de cincuenta ducados: y porque vea vuesa merced esta verdad, espere vuesa merced, y verla ha por vista de ojos; y levantándose dejó de comer, y fué á quitar la cubierta de la primera imagen, que mostró ser la de san Jorge, puesto á caballo con una serpiente enroscada á los pies, y la lanza atravesada por la boca, con la fiereza que suele pintarse. Toda la imagen parecía una ascua de oro, como suele decirse. Viéndola don Quijote, dijo:

—Este caballero fué uno de los mejores andantes que tuvo la milicia divina: llamóse don san Jorge, y fué además defendedor de doncellas. Veamos esta otra. Descubrióla el hombre, y pareció ser la de san Martín puesto á caballo, que partía la capa con el pobre; y apenas la hubo visto don Quijote, cuando dijo:

—Este caballero también fué de los aventureros cristianos, y creo que fué más liberal que valiente, como lo puedes echar de ver, Sancho, en que está partiendo la capa con el pobre, y le da la mitad ; y sin duda debía de ser entonces invierno, que si no, él se la diera toda, según era de caritativo.

—No debió de ser eso, dijo Sancho, sino que se debió de atener al refrán que dice, que para dar y tener, seso es menester.

Rióse don Quijote, y pidió que quitasen otro lienzo, debajo del cual se descubrió la imagen del pa-