Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo III (1908).pdf/316

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 312 —

rrámasele á él la melancolía por el corazón, como si estuviese obligada la naturaleza á dar señales de las venideras desgracias con cosas tan de poco momento como las referidas. El discreto y cristiano no ha de andar en puntillos con lo que quiere hacer el cielo. Llega Cipión á Africa, tropieza en saltando en tierra, tiénenlo por mal agüero sus soldados; pero él abrazándose con el suelo, dijo: No te me podrás huir, Africa, porque te tengo asida entre mis brazos. Así que, Sancho, el haber encontrado con estas imágines ha sido para mí felicísimo acontecimiento.

—Yo así lo creo, respondió Sancho, y querría que vuesa merced me dijese, ¿qué es la causa porque dicen los españoles cuando quieren dar alguna batalla, invocando aquel san Diego Matamoros:

Santiago y cierra España? ¿Está por ventura España abierta, y de modo que es menester cerrarla; ó qué ceremonia es esta?

—Simplicísimo eres, Sancho, respondió don Quijote, y mira que este gran caballero de la cruz bermeja háselo dado Dios á España por patrón y amparo suyo, especialmente en los rigurosos trances que con los moros los españoles han tenido, y así le invocan y llaman como defensor suyo en todas las batallas que acometen, y muchas veces le han visto visiblemente en ellas derribando, atropellando, destruyendo y matando los agarenos escuadrones: y desta verdad te pudiera traer muchos ejemplos, que en las verdaderas historias españolas se cuentan.

Mudó Sancho plática y dijo á su amo:

—Maravillado estoy, señor, de la desenvoltura de Altisidora, la doncella de la duquesa: bravamente la debe de tener herida y traspasada aquel