Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo III (1908).pdf/331

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 327 —

Apenas oyó su nombre don Quijote, cuando se puso en pie, y con oído alerta escuchó lo que dél trataban, y oyó que el tal don Jerónimo referido respondió:

—Para qué quiere vuesa merced, señor don Juan, que leamos estos disparates, si el que hubiere leído la primera parte de la «Historia de don Quijote de la Mancha» no es posible que pueda tener gusto en leer esta segunda?

—Con todo eso, dijo el don Juan, será bien leerla, pues no hay libro tan malo que no tenga alguna cosa buena. Lo que á mí en este más me desplace, es que pinta á don Quijote, ya desenamorado de Dulcinea del Toboso. Oyendo lo cual don Quijote, lleno de ira y de despecho, alzó la voz y dijo:

—Quien quiera que dijere que don Quijote de la Mancha ha olvidado ni puede olvidar á Dulcinea del Toboso, yo le haré entender con armas iguales que va muy lejos de la verdad, porque la sin par Dulcinea del Toboso ni puede ser olvidada, ni en don Quijote puede caber olvido: su blasón es la firmeza, y su profesión el guardarla con suavidad y sin hacerse fuerza alguna.

—¿Quién es el que nos responde? respondieron del otro aposento.

—¿Quién ha de ser, respondió Sancho, sino el mismo don Quijote de la Mancha, que hará bueno cuanto ha dicho, y aun cuanto dijere; que al buen pagador no le duelen prendas?

Apenas hubo dicho esto Sancho, cuando entraron por la puerta de su aposento dos caballeros, que tales lo parecían, y uno de ellos echando los brazos al cuello de don Quijote le dijo:

—Ni vuestra presencia puede desmentir vuestro nombre, ni vuestro nombre puede no acreditar