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primera parte de la historia de vuestro amo se describe.

—Dios se lo perdone, dijo Sancho; dejárame en mi rincón sin acordarse de mí, porque quien las sabe las tañe, y bien se está san Pedro en Roma.

Los dos caballeros pidieron á don Quijote se pasase á su estancia á cenar con ellos, que bien sabían que en aquella venta no había cosas pertenecientes para su persona. Don Quijote, que siempre fué comedido, condescendió con su demanda, y cenó con ellos; quedóse Sancho con la olla con mero mixto imperio: sentóse en cabecera de mesa, y con él el ventero, que no menos que Sancho estaba de sus manos y de sus uñas aficionado. En el discurso de la cena preguntó don Juan á don Quijote qué nuevas tenía de la señora doña Dulcinea del Toboso, si se había casado, si estaba parida ó preñada, ó si estando en su entereza se acordaba, guardando su honestidad buen decoro, de los amorosos pensamientos del señor don Quijote. A lo que él respondió:

y —Dulcinea se está entera, y mis pensamientos más firmes que nunca: las correspondencias en su sequedad antigua, su hermosura en la de una scez labradora transformada; y luego les fué contando punto por punto el encanto de la señora Dulcinea y lo que le había sucedido en la cueva de Montesinos, con la orden que el sabio Merlín le había dado para desencantarla, que fué la de los azotes de Sancho.

Sumo fué el contento que los dos caballeros recibieron de oir contar á don Quijote los estraños sucesos de su historia, y así quedaron admirados de sus disparates como del elegante modo con que los contaba. Aquí lo tenían por discreto, y allí se les