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de don Quijote y de Sancho Panza la cabeza quedó por encantada y por respondona, más á satisfación de don Quijote que de Sancho. Los caballeros de la ciudad, por complacer á don Antonio y por agasajar á don Quijote, y dar lugar á que descubriese sus sandeces, ordenaron de corrrer sortija de allí á seis días, que no tuvo efecto por la ocasión que se dirá adelante. Dióle gana á don Quijote de pasear la ciudad á la llana y á pie, temiendo que si iba á caballo le habían de perseguir los muchachos, y así él y Sancho con otros dos criados que don Antonio le dió salieron á pasearse. Sucedió pues que yendo por una calle alzó los ojos don Quijote, y vió escrito sobre una puerta con letras muy grandes: Aqui se imprimen libros; de lo que se contentó mucho, porque hasta entonces no había visto emprenta alguna, y deseaba saber cómo fuese. Entró dentro con todo su acompañamiento, y vió tirar en una parte, corregir en otra, componer en esta, enmendar en aquella, y finalmente toda aquella máquina que en las emprentas grandes se muestra. Llegábase don Quijote á un cajón, y preguntaba qué era aquello que allí se hacía: dábanle cuenta los oficiales, admirábase, y pasaba adelante. Llegó en otras á uno, y preguntóle qué era lo que hacía. El oficial le respondió:

—Señor, este caballero que aquí está (y señalóle á un hombre de muy buen talle y parecer y de alguna gravedad) ha traducido un libro toscano en nuestra lengua castellana, y estóyle yo componiendo para darle á la estampa.

—¿Qué título tiene el libro? preguntó don Quijote á lo que el autor respondió: