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medalla y figura de emperador romano, y de color de bronce, estaba toda hueca, y ni más ni menos la tabla de la mesa, en que se encajaba tan justamente que ninguna señal de juntura se parecía. El pie de la tabla era ansi mesmo hueco, que respondía á la garganta y pechos de la ca beza; y todo esto venía á responder á otro apo sento que debajo de la estancia de la cabeza estaba. Por todo este hueco de pie, mesa, garganta y pechos de medalla y figura referida se encaminaba un cañón de hoja de lata muy justo, que de nadie podía ser visto. En el aposento de abajo, correspondiente al de arriba, se ponía el que había de responder, pegada la boca al mesmo cañón, de modo que á modo de cerbatana iba la voz de arriba abajo, y de abajo arriba, en palabras articuladas y claras, y desta manera era imposible conocer el embuste. Un sobrino de don Antonio, estudiante agudo y discreto, fué el respondiente, el cual estando avisado de su señor tío de los que habían de entrar con él en aquel día en el aposento de la cabeza, le fué fácil responder con presteza y puntualidad á la primera pregunta: á las demás respondió por conjeturas, y como discreto discretamente. Y dice más Cide Hamete, que hasta diez ó doce días duró esta maravillosa máquina; pero que divulgándose por la ciudad que don Antonio tenía en su casa una cabeza encantada, que á cuantos le preguntaban respondía, temiendo no llegase á los oídos de las despiertas centinelas de nuestra fe, habiendo declarado el caso á los señores inquisidores, le mandaron que la deshiciese, y no pasase más adelante, porque el vulgo ignorante no se escandalizase. Pero en la opinión