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derecha banda, le fué dando y volteando sobre los brazos de la chusma de banco en banco con tanta priesa, que el pobre Sancho perdió la vista de los ojos, y sin duda pensó que los mismos demonios le llevaban, y no pararon con él hasta volverle por la siniestra banda y ponerle en la popa. Quedó el pobre molido y jadeando y trasudando sin poder imaginar qué fué lo que sucedido le había. Don Quijote que vió el vuelo sin alas de Sancho, preguntó al general si eran ceremonias aquellas que se usaban con los primeros que entraban en las galeras: porque si acaso lo fuese, él que no tenía intención de profesar en ellas, no quería hacer semejantes ejercicios, y que votaba á Dios por si alguno llegaba á asirle para voltearle, que le había de sacar el alma á puntillazos; y diciendo esto se levantó en pie y empuñó la espada. A este instante abatieron tienda, y con grandísimo ruido dejaron caer la entena de alto abajo. Pensó Sancho que el cielo se desencajaba de sus quicios, y venía á dar sobre su cabeza, y agobiándola lleno de miedo la puso entre las piernas. No las tuvo todas consigo don Quijote, que también se estremeció y encogió de hombros, y perdió la color del rostro. La chusma izó la entena con la misma priesa y ruido que la habían amainado, y todo esto callando como si no tuvieran voz ni aliento. Hizo señal el cómitre que zarpasen el ferro, y saltando en mitad de la crujía con el corbacho ó rebenque, comenzó á mosquear las espaldas de la chusma, y alargarse poco a poco á la mar. Cuando Sancho vió á una moverse tantos pies colorados, que tales pensó él que eran los remos, dijo entre sí: