Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo III (1908).pdf/379

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to lo soy, y no de las fingidas ni aparentes, sino de las verdaderas y católicas. No me valió con los que tenían á cargo nuestro miserable destierro decir esta verdad, ni mis tíos quisieron creerla, antes la tuvieron por mentira y por invención para quedarme en la tierra donde había nacido, y así por fuerza más que por grado me trujeron consigo. Tuve una madre cristiana, y un padre discreto y cristiano ni más ni menos: mamé la fe católica en la leche; criéme con buenas costumbres: ni en la lengua ni en ellas jamás, á mi parecer, di señales de ser morisca. Al par y al paso destas virtudes, que yo creo que lo son, creció mi hermosura, si es que tengo alguna; y aunque mi recato y mi encerramiento fué mucho, no debió de ser tanto que no tuviese lugar de verme un mancebo caballero llamado don Gaspar Gregorio, hijo mayorazgo de un caballero que junto á nuestro lugar otro suyo tiene. Cómo me vió, cómo nos hablamos, cómo se vió perdido por mí, y cómo yo no muy ganada por él, sería largo de contar, y más en tiempo que estoy temiendo que entre la lengua y la garganta se ha de atravesar el riguroso cordel que me amenaza, y así sólo diré como en nuestro destierro quiso acompañarme don Gregorio. Mezclóse con los moriscos que de otros lugares salieron, porque sabía muy bien la lengua, y en el viaje se hizo amigo de dos tíos míos, que consigo me traían; porque mi padre, prudente y prevenido, así como oyó el primer bando de nuestro destierro se salió del lugar, y se salió á buscar alguno en los reinos extraños que nos acogiese. Dejó encerradas y enterradas en une parte, de quien yo sola tengo noticia, muchas perlas y piedras de gran valor, con algunos dine— L