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vido, dijo don Antonio: don Gregorio se irá conmigo á consolar la pena que sus padres deben tener por su ausencia: Ana Félix se quedará con mi mujer en mi casa ó en un monasterio, y yo sé que el señor visorrey gustará se quede en la suya el buen Ricote, hasta ver cómo yo negocio.

— El visorrey consintió en todo lo propuesto: pero don Gregorio, sabiendo lo que pasaba, dijo que en ninguna manera podía ni quería dejar á doña Ana Félix; pero teniendo intención de ver á sus padres, y de dar traza de volver por ella, vino en el decretado concierto. Quedóse Ana Félix, con la mujer de don Antonio, y Ricote en casa del visorrey. Llegóse el día de la partida de don Antonio, y el de don Quijote y Sancho, que fué de allí á otros dos, que la caída no le concedió que más presto se pusiese en camino. Hubo lágrimas, hubo suspiros, desmayos y sollozos al despedirse don Gregorio de Ana Félix. Ofrecióle Ricote á don Gregorio mil escudos si los quería; pero él no tomó ninguno, sino solos cinco que le prestó don Antonio, prometiendo la paga dellos en la corte. Con esto se partieron los dos, y don Quijote y Sancho después, como se ha dicho don Quijote desarmado y de camino, Sancho á pie, por ir el rucio cargado con las armas.