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1 soy Tosilos, el lacayo del duque mi señor, que no quise pelear con vuesa merced sobre el casamiento de la hija de doña Rodríguez.

— Válame Dios! dijo don Quijote: ¿es posible que sois vos el que los encantadores mis enemigos transformaron en ese lacayo que decís, por defraudarme de la honra de aquella batalla?

—Calle, señor bueno, replicó el cartero, que no hubo encanto alguno, ni mudanza de rostro ninguna: tan lacayo Tosilos entré en la estacada, como Tosilos lacayo salí della. Yo pensé casarme sin pelear, por haberme parecido bien la moza: pero sucedióme al revés mi pensamiento, pues así como vuesa merced se partió de nuestro castillo, el duque mi señor me hizo dar cien palos por haber contravenido á las ordenanzas que me tenía dadas antes de entrar en la batalla, y todo ha parado en que la muchacha es ya monja, y doña Rodríguez se ha vuelto á Castilla, y yo voy ahora á Barcelona á llevar un pliego de cartas al virrey, que le envía mi amo. Si vuesa merced quiere un traguito, aunque caliente, puro, aquí llevo una calabaza llena de lo caro, con no sé cuántas rajitas de queso de Tronchón, que servirán de llamativo y despertador de la sed, si acaso está durmiendo.

—Quiero el envite, dijo Sancho, y échese el res to de la cortesía, y escancie el buen Tosilos á despecho y pesar de cuantos encantadores hay en las Indias.

—En fin, dijo don Quijote, tú eres, Sancho, el mayor glotón del mundo y el mayor ignorante de la tierra, pues no te persuades que este correo es encantado y este Tosilos contrahecho: quédate con él y hártate, que yo me iré adelante poco a poco, esperándote á que vengas.

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