Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo III (1908).pdf/404

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 400 —

Rióse el lacayo, desenvainó su calabaza, desalforjó sus rajas, y sacando un panecillo, el y Sancho se sentaron sobre la yerba verde, y en buena paz y compaña despabilaron y dieron fondo con todo el repuesto de las alforjas, con tan buenos alientos, que lamieron el pliego de las cartas sólo porque olía á queso. Dijo Tosilos á Sancho:

—Sin duda este tu amo, Sancho amigo, debe de ser un loco.

—¿Cómo debe? respondió Sancho, no debe nada á nadie, que todo lo paga, y más cuando la moneda es locura: bien lo veo yo, y bien se lo digo á él; pero ¿qué aprovecha? y más agora que va rematado, porque va vencido del caballero de la Blanca Luna.

Rogóle Tosilos le contase lo que le había sucedido; pero Sancho le respondió que era descortesía dejar que su amo le esperase, que otro día, si se encontrasen, habría lugar para ello: y levantándose después de haber sacudido el sayo y las migajas de las barbas, antecogió el rucio, y diciendo adiós, dejó á Tosilos y alcanzó á su amo, que á la sombra de un árbol le estaba esperando.