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aun esquinado tal género de vida; y más que no la han de haber aún bien visto el bachiller Sansón Carrasco y maese Nicolás el barbero, cuando la han de querer seguir y hacerse pastores con nosotros:

y aun quiera Dios que no le venga en voluntad al cura de entrar también en el aprisco, según es de alegre y amigo de holgarse.

—Tú has dicho bien, dijo don Quijote, y podrá llamarse el bachiller Sansón Carrasco, si entra en el pastoral gremio, como entrará sin duda, el pastor Sansonino ó ya el pastor Carrascón: el barbero Nicolás se podrá llamar Nicoluso, como ya el antiguo Boscán se llamó Nemoroso: al cura no sé qué nombre le pongamos, si no es algún derivativo de su nombre, llamándole el pastor Curiambro. Las pastoras quien hemos de ser amantes, como entre peras podremos escoger sus nombres, y pues el de mi señora cuadra así al de pastora como al de princesa, no hay para qué cansarme en buscar otro que mejor le venga: tú, Sancho, pondrás á la tuya el que quisieres.

—No pienso, respondió Sancho, ponerle otro alguno sino el de Teresona, que le vendrá bien con su gordura y con el propio que tiene, pues se llama Teresa, y más que celebrándola yo en mis versos vengo á descubrir mis castos deseos, pues no ando á buscar pan de trastrigo por las casas ajenas. El cura no será bien que tenga pastora, por dar buen ejemplo, y si quisiere el bachiller tenerla, su alma en su palma.

— Válame Dios, dijo don Quijote, y qué vida nos hemos de dar, Sancho amigo! ¡Qué de churumbelas han de llegar á nuestros oídos, qué de gaitas zamoranas, qué de tamboriles y qué de sonajas y qué de rabeles! ¿Pues qué si entre estas dife-