Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo III (1908).pdf/422

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 418 —

larme los brazos á pellizcos. Esas burlas á un cuñado que yo soy perro viejo, y no hay conmigo tus, tus.

—Morirás, dijo en alta voz Radamanto: ablándate, tigre, humillate, Nembrot soberbio, y sufre y calla, pues no te piden imposibles, y no metas en averiguar las dificultades deste negocio: mamonado has de ser, acrebillado te has de ver, pellizcado has de gemir. Ea, digo, ministros, cumplid mi mandamiento; síno, por la fe que de hombre de bien, que habéis de ver para lo que nacistes.

Parecieron en esto que por el patio venían hasta seis dueñas en procesión una tras otra, las cuatro con anteojos, y todas levantadas las manos derechas en alto, con cuatro dedos de muñecas fuera, para hacer las manos más largas, como ahora se usa. No las hubo visto Sancho cuando bramando como un toro, dijo:

—Bien podré yo dejarme manosear de todo el mundo, pero consentir que me toquen dueñas, eso no. Gateénme el rostro, como hicieron á mi amo en este mesmo castillo: traspásenme el cuerpo con puntas de dagas buidas: atenácenme los brazos con tenazas de fuego, que yo lo llevaré en paciencia, ó serviré á estos señores; pero que me toquen dueñas, no lo consentiré si me llevase el diablo.

Rompió también el silencio don Quijote, diciendo á Sancho:

—Ten paciencia, hijo, y da gusto á estos señores, y muchas gracias al cielo por haber puesto tal virtud en tu persona, que con el martirio della desencantes los encantados, y resucites los muerfos.

Ya estaban las dueñas cerca de Sancho cuando él, más blando y más persuadido, poniéndose bien