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en la silla dió rostro y barba á la primera, la cual hizo una mamona muy bien sellada, y luego una gran reverencia.

1 —Menos cortesía, menos mudas, señora dueña, dijo Sancho, que por Dios que traéis las manos oliendo á vinagrillo.

Finalmente, todas las dueñas le sellaron, y otra mucha gente de casa le pellizcaron: pero lo que él no pudo sufrir fué el punzamiento de los alfileres, y así se levantó de la silla al parecer mohino, y asiendo de una hacha encendida que junto á él estaba, dió tras las dueñas y tras todos sus verdugos, diciendo:

—Afuera, ministros infernales, que no soy yo de bronce para consentir tan extraordinarios martirios.

En esto Altisidora, que debía de estar cansada por haber estado tanto tiempo supina, se volvió de un lado: visto lo cual por los circunstantes, casi todos á una voz dijeron: Viva es Altisidora. Altisidora vive. Mandó Radamanto á Sancho que depusiese la ira, pues ya se había alcanzado el intento que se procuraba. Así como don Quijote vió rebullir á Altisidora se fué á poner de rodillas delante de Sancho, diciéndole:

—Agora es tiempo, hijo de mis entrañas, no que escudero mío, que te dés algunos de los azotes que estás obligado á darte por el desencanto de Dulcinea. Ahora digo que es el tiempo donde tienes sazonada la virtud, y con eficacia de obrar el 'bien que de tí se espera.

A lo que respondió Sancho:

—Esto me parece argado sobre argado, y no miel sobre hojuelas: bueno sería que tras pellizeos, mamonas y alfilerazos viniesen ahora los