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ha dicho, no la has de ver en todos los días de tu vida?

—Pues bien, ¿qué importa, respondió Sancho, que haya dicho eso el muchacho?

—¿Qué? replicó don Quijote, ¿no ves tú que aplicando aquella palabra á mi intención, quiere significar que no tengo de ver más á Dulcinea?

Queríale responder Sancho, cuando se lo estorbó ver que por aquella campaña venía huyendo una liebre seguida de muchos galgos y cazadores, la cual temerosa se vino á recoger y agazapar debajo de los pies del rucio. Cogióla Sancho á mano salva, y presentósela á don Quijote, el cual estaba diciendo—Malum signum, malum signum: liebre huye, galgos la siguen, Dulcinea no parece.

—Estraño es vuesa merced, dijo Sancho: presupongamos que esta liebre es Dulcinea del Toboso, y estos galgos que la persiguen son los malandrines encantadores que la transformaron en labradora: ella huye, yo la cojo y la pongo en poder de vuesa merced, que la tiene en sus brazos y la regala: ¿qué mala señal es esta, ni que mal agüero se puede tomar de aquí?

haLos dos muchachos de la pendencia se llegaron á ver la liebre, y al uno dellos preguntó Sancho que por qué reñían. Y fuéle respondido por el que bía dicho no la verás más en toda tu vida, que él había tomado al otro muchacho una jaula de grillos, la cual no pensaba volvérsela en toda su vida. Sacó Sancho cuatro cuartos de la faltriquera, y dióselos al mochacho por la jaula, y púsosela en las manos á don Quijote, diciendo:

—Hé aquí, señor, rompidos y desbaratados estos agüeros, que no tienen que ver más con nuestros sucesos, según que yo imagino, aunque tonto,