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—La causa dese dolor debe de ser sin duda, dijo don Quijote, que como era el palo con que te dieron largo y tendido, te cogió todas las espaldas, donde entran todas estas partes que te duelen, y si más te cogiera, más te doliera.

—Por Dios, dijo Sancho, que vuesa merced me ha sacado de una gran duda, y que me la ha declarado por lindos términos. Cuerpo de mí, ¿tan encubierta estaba la causa de mi dolor, que ha sido menester decirme que me duele todo aquello que alcanzó el palo? Si me dolieran los tobillos, aun pudiera ser que se anduviera adivinando el por qué me dolían; pero dolerme lo que me molieron, no es mucho adivinar. A la fe, señor nuestro amo, el mal ajeno, de pelo cuelga: y cada día voy descubriendo tierra de lo poco que puedo esperar de la compañía que con vuesa tengo; porque si esta vez me ha dejado apalear, otras y otras ciento volveremos á los manteamientos de marras, y á otras muchacherías, que si ahora me han salido á las espaldas, después me saldrán á los ojos. Harto mejor haría yo, sino que soy un bárbaro, y no haré nada que bueno sea en toda mi vida, harto mejor haría yo, vuelvo á decir, en volverme á mi casa y á mi mujer y á mis hijos, y sustentarla y criarlos con lo que Dios fué servido de darme, y no andarme con vuesa merced por caminos sin camino, y por sendas y carreras que no las tienen, bebiendo mal y comiendo peor. Pues tomadme el dormir: contad, hermano escudero, siete pies de tierra, y si quisiérades más tomad otros tantos, que en vuestra mano está escudillar y tendeos á todo vuestro buen talante, que quemado vea yo y hecho polvos al primero que dió puntada en la andante caballería, ó á lo menos al primero que quiso ser escudero de