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llegasen se adelantó el duque, y dió orden á todos sus criados del modo que habían de tratar á don Quijote, el cual como llegó con la duquesa á las puertas del castillo, al instante salieron dél dos lacayos ó palafreneros vestidos hasta los pies de unas ropas que llaman de levantar, de finísimo raso carmesí, y cogiendo á don Quijote en brazos, sin ser oído ni visto, le dijeron: Vaya la vuestra grandeza á apear á mi señora la duquesa. Don Quijote lo hizo, y hubo grandes comedimientos entre los dos sobre el caso; pero en efecto venció la porfía de la duquesa, y no quiso descender ó bajar del palafrén sino en los brazos del duque, diciendo que no se hallaba digna de dar á tan gran caballero tan inútil carga. En fin, salió el duque á apearla, y al entrar en un gran patio llegaron dos hermosas doncellas, y echaron sobre los hombros á don Quijote un gran mantón de finísima escarlata, y en un instante se coronaron todos los corredores del patio de criados y criadas de aquellos señores, diciendo á grandes voces :

Bien sea venido la flor y la nata de los caballeros andantes; y todos ó los más derramaban pomos de aguas olorosas sobre don Quijote y sobre los duques, de todo lo cual se admiraba don Quijote; y aquel fué el primer día que de todo en todo conoció y creyó ser caballero andante verdadero y no fantástico, viéndose tratar del mesmo modo que él había leído se trataban los tales caballeros en los pasados siglos. Sancho desamparando al rucio, se cosió con la duquesa, y se entró en el castillo, y remordiéndole la conciencia de que dejaba al jumento solo, se llegó á una reverenda dueña que con otras á recebir á la duquesa había salido, y con voz baja le dijo:

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