Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo III (1908).pdf/68

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 64 —

rostro y viendo á la dueña tan alborotada y tan encarnizados los ojos, le preguntó con quién las había.

—Aquí las he, respondió la dueña, con este buen hombre, que me ha pedido encarecidamente que vaya á poner en la caballeriza á un asno suyo que está á la puerta del castillo, trayéndome por ejemplo que así lo hicieron no sé dónde, que unas damas curaron á un tal Lanzarote, y unas dueñas á su rocino, y sobre todo por buen término me ha llamado vieja.

—Esto tuviera yo por afrenta, respondió la duquesa, más que cuantas pudiera decirme; y hablando con Sancho le dijo: Advertid, Sancho amigo, que doña Rodríguez es muy moza, y que aquellas tocas más las trae por la autoridad y por lausanza, que por los años.

—Malos sean los que me quedan por vivir, respondió Sancho, si lo dije por tanto; sólo lo dije porque es tan grande el cariño que tengo á mi jumento, que me pareció que no podía encomendarle á persona más caritativa que á la señora doña Rodríguez.

Don Quijote, todo lo oía le dijo:

—6 Pláticas son estas, Sancho, para este lugar?

—Señor, respondió Sancho, cada uno ha de hablar de su menester donde quiera que estuviere ; aquí se me acordó del rucio, y aquí hablé de él, y, si en la caballeriza se me acordara, allí hablara.

A lo que dijo el duque :

—Sancho está muy en lo cierto, y no hay que culparle en nada: al rucio se le dará recado á pedir de boca, y descuide Sancho, que se le tratará como á su mesma persona.

Con estos razonamientos gustosos á todos si no