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van los príncipes á los demás hombres, es que se sirven de criados tan buenos como ellos. ¿No adviertes, angustiado de tí, y mal aventurado de mí, que si ven que tú eres un grosero villano, ó un mentecato gracioso, pensarán que soy yo algún echacuervos, ó algún caballero de mohatra? No, no, Sancho amigo: huye, huye destos inconvenientes, que quien tropieza en hablador y en gracioso, al primer puntapié cae y da en truhán desgraciado:

enfrena la lengua, considera y rumía las palabras antes que te salgan de la boca, y advierte que hemos llegado á parte donde con el favor de Dios y valor de mi brazo hemos de salir mejorados en tercio y quinto en fama y en hacienda.

Sancho le prometió con muchas veras coserse la boca ó morderse la lengua antes de hablar palabra que no fuese muy á propósito y bien considerada, como él se lo mandaba, y que descuidase acerca de lo tal, que nunca por él se descubriría quien ellos eran. Vistióse don Quijote, y púsose su tahalí con su espada, echóse el mantón de escarlata á cuestas, púsose una montera de raso verde que las doncellas le dieron, y con este adorno salió á la gran sala, adonde halló á las doncellas puestas en ala, tantas á una parte como á otra, y todas con aderezo de darle aguamanos, la cual le dieron con muchas reverencias y ceremonias.

Luego llegaron doce pajes con el maestresala para llevarle á comer, que ya los señores le aguardaban. Cogiéronle en medio, y lleno de pompa y majestad le llevaron á otra sala, donde estaba puesta una rica mesa con solos cuatro servicios. La duquesa y el duque salieron á la puerta de la sala á recebirle, y con ellos un grave eclesiástico, destos que gobiernan las casas de los príncipes; destos