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Atento estuvo don Quijote á las razones de aquel venerable varón, y viendo que ya callaba, sin guardar respeto á los duques, con semblante airado y alborotado rostro se puso en pie, y dijo:

Pero esta respuesta capítulo por sí merece.

CAPITULO XXXII

De la respuesta que dió don Quijote á su reprehensor, con otros graves y graciosos sucesos.

Levantado pues en pie don Quijote, temblando de los pies á la cabeza como azogado, con presurosa y turbada lengua dijo:

—El lugar donde estoy, y la presencia ante quien me hallo, y el respeto que siempre tuve y tengo al estado que vuestra merced profesa, tienen y atan las manos de mi justo enojo; y así por lo que he dicho, como por saber las armas saben todos que que de los togados son las mismas que las de la mujer, que son la lengua, entraré con la mía en igual batalla con vuesa merced, de quien se debía esperar antes buenos consejos que infames vituperios; las reprehensiones santas y bien intencionadas, otras circunstancias requieren y otros puntos piden. A lo menos el haberme reprehendido en público y tan ásperamente, ha pasado todos los límites de la buena reprehensión, pues las primeras mejor asientan sobre la blandura que sobre la aspereza; y no es bien sin tener conocimiento del pecado que se reprende, llamar al pecador sin más ni más mentecato y tonto. Si no, dígame vuesa merced, ¿por cuál de las mentecaterías que en mí ha visto me